Thérèse Raquin es uno de esos libros que no puedes dejar de leer hasta que llegas al final. No porque sea una de esas novelas que te mantienen en vilo hasta el último momento, pero tiene un estilo tan fluido y tan ligero que no puedes dejarlo en la mesilla de noche para irte a dormir.
Un retrato apasionante sobre la culpa y los remordimientos, unos personajes creados con la idea de transmitir exclusivamente lo que nos transmiten, pero que en ningún momento pecan de planos.
Incluso me atrevería a decir que lo que Zola pretendía era realizar un ensayo sobre estos sentimientos, sirviéndose para ello de personajes muy bien definidos, movidos por una motivación única.
Desde aquí, una novela muy recomendable.